Un buen cebador mates sabe que hay reglas y rituales que no se pueden obviar; aquí, los diez mandamientos yerbateros (Por Joaquín Hidalgo)
El buen cebador de mate sabe cuáles son las reglas a seguir para lograr un mate perfecto. El que no las conozca, que lea esta nota y agende lo que jamás debe hacer bajo ningún concepto, si quiere que otros cebadores lo respeten. El que no haga caso a los siguientes mandamientos, que se atenga a las consecuencias.
- No usar azúcar ni edulcorante. Esto es un pecado mortal. El mate es amargo, y punto. Toda otra variante es un plan cobarde para ablandarle la boca a una bebida que es recia y rica, tal y como la da la naturaleza. Sino, probá ponerle azúcar a las aceitunas o a la espinaca, a ver cómo te queda.
- No revolver la bombilla. La bombilla no es una palita para arreglar la yerba y levantarla cuando el mate está lavado. A pesar de que hay gente que les gusta palanquearla para generar un agujerito en las profundidades del mate, la bombilla no se toca.
- Nunca soplar por la bombilla. Se sabe de gente que, cuando el mate está duro, sopla para mejorar el tránsito de la bombilla, pero no hay nada más desagradable ni desconsiderado: el mate no es un clarinete, y además lo llenás de microbios que el otro no tiene por qué beberse.
- Jamás cebar con agua hervida. Cebar un mate con agua hervida es un delito que merece la pena capital, ya que de esa forma la yerba se quema y queda amarga como la carqueja. Un buen cebador, escucha la pava y siempre sabe cuándo el agua está lista.
- Cortar el mate con agua fría de la canilla. Otra acción que merece la horca. El cloro del agua corriente hecha a perder el gusto del mate y ya no tiene retorno. Si el agua te quedó muy caliente, esperás a que se enfríe, sin chistar.
- Nunca convidar un mate frío. Esto es una señal de desprecio y equivale a ofrecerle un plato de pescado podrido a quien tiene hambre. Antes que cebar con agua fría, el buen matero rehace la partida: calienta el agua, cambia la yerba y ceba desde cero una nueva ronda, para no desdeñar a nadie y conservar el amor propio.
- Bajo ningún concepto reusar la yerba. A ver si nos entendemos: cuando un mate ya dio todo el sabor crudo del pasto y aportó su amargo revitalizante, esa yerba ya no sirve más. Nada de volver a cebarlo conservando la que estaba abajo en el mate. El matero de ley no vuelve a usar la yerba: tira todo y arranca otra vez.
- No incursionar en mezclas new age. ¿Qué es eso de combinar el mate con poleo, muña muña, o cáscara de naranja? El mate ya tiene sabor suficiente, señores. Si no les va, cambien la marca de yerba. Pero eso de andar buscándole "funcionalidades" ?que haga bien a los huesos, al tránsito lento, a la presión- no es propio de esta bebida, sino de jarabes.
- Nunca chupar el mate ajeno. Esto equivale a robarle a alguien su porción de asado. Fijate, en una ronda de materos, para que el mate llegue lejos, pasa por varias manos y ninguna tiene derecho a cortar el trayecto y robar el turno. Es una gruesa afrenta, que en tiempos de gauchos se solucionaba con facón.
- Dejar migas en la bombilla. Esto sí que es de pésimo gusto. Si todos sabemos que el mate es una costumbre bastante promiscua y hasta poco higiénica, debemos cuidar el aspecto del ritual para no hacerlo aún más asqueroso. Si se toma mate con bizcochos, antes de beber hay que limpiarse la boca. ¿O a alguno le gusta compartir una gaseosa con "pescaditos"?
A ver que opinan los cebadores de mate?
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